La columna de Héctor Bracamonte
Historia 1: “El éxito no es para aquellos que nunca fallan, si no para los que nunca se rinden” Vince Lombardi
Verano del año 1996. Un grupo de jugadores estaba a prueba en un famoso club, y debía enfrentarse a un combinado de jugadores de segunda línea del club en cuestión. Unos se jugaban la posibilidad de ingresar al club y los otros entendían que estos rivales venían directamente a ocupar su lugar. Situaciones tristes y necesarias que ocurren en el fútbol juvenil cada año. El lugar de los libres y los nuevos. Las oportunidades y las frustraciones generan una carga emotiva y energética que muchas veces pasa inadvertida para los ajenos, pero que es crucial y dura para los que la vivimos cada año.
El partido en cuestión fue un verdadero fiasco. El equipo de inexpertos y débiles chicos del interior recibió una verdadera paliza, fueron ampliamente superados y vapuleados por este combinado. Desde las primeras acciones, se intuía que la prueba iba a ser un desastre y una pérdida de tiempo: llegaron a marcarle más de diez goles en menos de cuarenta y cinco minutos.
Los organizadores del partido, experimentados captadores, se lamentaban por dentro. Sin embargo, el coordinador, que al inicio del partido estaba molesto, empezó a mirar el partido con interés. Con cada gol, su atención, puesta en el partido, aumentaba. En un momento, incluso, se paró y alentó al equipo más fuerte a seguir atacando.
El organizador de la prueba se le acercó y le dijo:
—Jorge, lo voy a cortar.
—¡No, no!, que sigan jugando.
—Pero no tiene sentido, no paran a nadie los “naranja”
—¿No viste lo que hace el 2? En cada gol sale en velocidad, saca la pelota del fondo de la red y la tira para reiniciar rápido el juego. Fijate: no baja los brazos nunca. ¡Me gusta!
28 de noviembre de 2000. Está por terminar el partido más importante de la historia de Boca Juniors. El conjunto ‘Xeneize’ le está ganando 2-1 al Real Madrid en Japón. Cambio en Boca: sale Sebastián Battaglia y entra aquel chico cordobés que, cuatro años atrás, sacaba una y otra vez las pelotas del fondo de la red. Tiene 19 años y se llama Nicolás Burdisso.
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